El maíz transgénico y la disputa que se viene
El año pasado los productores estadounidenses exportaron a nuestro país cerca de cinco mil millones de dólares de este cereal, y únicamente el 10% esta destinado a consumo humano. Eso es lo que está en disputa.
Envuelto en la bandera del orgullo nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue granjeándose la desconfianza de empresarios y gobiernos quienes lejos de reconocerlo como un estadista de corte nacionalista, lo ven como un individuo opaco que ofrece muy poca certeza a sus inversiones sin ningún escrúpulo para incumplir acuerdos o negociaciones.
Tal es el caso de las importaciones de maíz transgénico proveniente de Estados Unidos, el cual se encuentra en entredicho desde febrero pasado, luego de que se publicara un decreto mediante el cual se prohíbe el ingreso al país de maíz genéticamente modificado para consumo humano, pero no pone objeción para la llegada de maíz blanco de este tipo que es el que se utiliza para forraje e industria.
Hay que recordar que este decreto es una secuela de otro emitido en diciembre de 2020 en donde la prohibición era generalizada, pero que debió matizarse tras las enérgicas protestas del gobierno de Estados Unidos. Ni con estos ajustes los productores norteamericanos han quedado satisfechos llegando al punto de presionar a su Oficina de Representación Comercial encabezada por Katherine Tai para que tomara con más seriedad el desafío que les están planteando nuestras autoridades.
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En respuesta, la administración de Joe Biden llamó a consultas de solución de controversias, mismas que eufemísticamente el secretario de Agricultura de nuestro país, Víctor M. Villalobos, calificó como un panel para llevar opiniones.
La realidad es que las autoridades de Estados Unidos, en el marco del T-MEC, están denunciando la violación de siete artículos relacionados con medidas fitosanitarias y cuando menos uno vinculado al acceso a mercado bajo un argumento muy simple: las políticas biotecnológicas de México no se basan en criterios científicos sino ideológicos, en donde la tesis sustantiva es la amenaza a las especies ancestrales locales, lo cual para los negociadores estadounidenses no tiene sustento.
El problema no es menor, al igual que está ocurriendo en la disputa en materia energética, si el conflicto no ha logrado resolverse en los próximos 75 días a partir de la solicitud de la consulta, la Unión Americana estaría en condiciones de solicitar un panel de solución de controversias, uno más que en tiempos electorales podría convertirse en un arma de dos filos tanto para Joe Biden como para López Obrador.
El año pasado los productores estadounidenses exportaron a nuestro país cerca de cinco mil millones de dólares de este cereal, y únicamente el 10% esta destinado a consumo humano. Eso es lo que está en disputa.
La desconfianza de AMLO
“Confiar es bueno, pero no confiar es mejor”, dice el personaje de Mario Almada en la película El Infierno de Luis Estrada. Desconfiado y perseverante, así es Andrés Manuel López Obrador, máxime pensando en no arriesgarse a dejarle el poder a alguien que actúe en contra de su persona, su familia y lo que considera su legado histórico, la cuarta transformación.
Con la operación electoral calada, programas clientelares y los recursos del Estado a disposición, ya sumando 22 gubernaturas (incluida San Luis Potosí, del PVEM), índices de popularidad del presidente nada extraordinarios pero aceptables; con una oposición que baila al son que le toquen en Palacio Nacional, el único problema que tienen López Obrador y Morena es resolver la candidatura presidencial con dos cualidades priistas: unidad y disciplina.
Con esa intención, y porque “confiar es bueno, pero no confiar es mejor”, la noche lluviosa de este lunes AMLO convocó a cenar a los cuatro aspirantes -Sheinbaum, Ebrard, Adán Augusto y Monreal-, la dirigencia de Morena y todos los gobernadores guindas, además de Delfina Gómez. El pretexto era festejar el triunfo de la profesora en el Estado de México. El mensaje presidencial fue similar al de aquella reunión post-vahído del 28 de abril en Palacio Nacional mientras Rosalía cantaba en el Zócalo: mantener la cohesión y unidad para continuar el proceso de la 4T, por encima de intereses particulares.
Nótese que la cena fue previa a la sesión del próximo domingo del consejo nacional de Morena para definir el método para elegir candidato presidencial, y que servirá de modelo para definir las candidaturas a gobernadores y jefe de Gobierno de CDMX de 2024. Inevitable pensar en Marcelo Ebrard como el destinatario del mensaje, pues nadie piensa que Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y hasta el recién amansado Ricardo Monreal, se inconformen y salgan del partido si no son elegidos.
Nótese también que al encuentro no fueron invitados los del Partido Verde, con todo y que Mario Delgado ya incluyó entre las “corcholatas” a Manuel Velasco. Ya ni hablar del PT, luego de su declinación de última hora en Coahuila que de nada sirvió. Que el senador del Verde participe en la encuesta, pero que tenga claro que no va a ser él el candidato.
Y para asegurar la unidad, qué mejor que un proceso breve, que dé poco margen para buscar y negociar alternativas, que permita imponer a la favorita, y que todos cierren filas. Si logra llegar así Morena con la candidatura definida en septiembre de este año, lo que haga la oposición en su proceso de firmas, encuestas y debates será entretenido, pero irrelevante para el 2024.